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Castillo de Villalba de los Alcores

Imagen Castillo de Villalba de los Alcores
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Este castillo representa un ejemplo único de palacio-fortaleza de la arquitectura militar castellano-leonesa. Además de ser una joya de la historia del arte y la arquitectura, es un elemento inseparable de la historia y tradición de Villalba de los Alcores. Podría decirse que, por encima de otras manifestaciones artísticas que posee la población, el auténtico icono de Villalba es el perfil rectilíneo de los murallones y torreones del castillo.

Declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en temprana fecha, 1931, medio siglo después, en 1985, los restos del castillo pasan a tener consideración de Bien de Interés Cultural. Esta declaración no es caprichosa y, sobre el papel, obliga a sus propietarios al mantenimiento y conservación de los restos pero, pese a todo este interés histórico, sentimental y legal que posee el castillo de Villalba, su estado es lastimoso.

Sobre el orígen constructivo del castillo existen varias teorías. Algunos historiadores lo atribuyen a la Orden del Temple, otros a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, pero en ambos casos, aunque se tenga constancia de su presencia en Villalba, no existen testimonios documentados del hecho de la construcción del castillo por su parte.

La tercera posibilidad, esgrimida por Cobos y Castro en su trabajo Castilla y León. Castillos y Fortalezas, donde proponen como constructor a D. Alfonso Téllez de Meneses, a principios del siglo XIII, pues su escudo "campo liso sin muebles" aparece en las claves de las bóvedas del patio interior de la fortaleza, es junto a la que nos alineamos.

Sea quien fuere el responsable de la construcción de la fortaleza, lo seguro es que éste ya existe desde 1217, tal y como ponen de manifiesto las crónicas que citan su activa participación en las luchas civiles entre los partidarios de D. Álvaro de Luna y los de Doña Berenguela.

El 5 de Octubre de 1214 moría en Gutierre Muñoz (Ávila) el rey de Castilla, Alfonso VIII, sucediéndole en el trono Enrique I, que contaba con unos 11 años de edad. En un primer momento se dicidió que detentaran la corregencia del reino la princesa Doña Berenguela y el Arzobispo de Toledo. Sin embargo, poco meses después, el ambicioso D. Álvaro Núñez de Lara convence a las Cortes, reunidas en Valladolid, para que se le entregue a él la regencia.

Supuestos abusos del Conde de Lara empujan a parte de la nobleza, encabezada por los linajes de los Téllez y los Girón, a pedir su destitución y la vuelta de la princesa a la regencia. La reacción del Conde es fulminante y en 1217 lanza una expedición contra el corazón de los dominios de los Téllez de Meneses.

La siguiente aparición del castillo en la escena histórica sucede un siglo más tarde. Los protagonistas fueron Juan Alfonso de Alburquerque, esposo de Isabel de Meneses, y el rey Pedro I.

D. Juan Alfonso había sido valido de Alfonso XI. Tras unos años de buenas relaciones el valido cayó en desgracia ante el monarca, lo que fue seguido de una serie de acontecimientos que acabaron por convertirle en comandante de una gran revuelta nobiliaria contra el rey.

En 1354 el rey, Pedro I, procedió a realizar una campaña por los dominios del rebelde, tomando posesión de los castillos de Cea, Grajal, Ampudia y Villalba.

La villa pasó a la corona después de la muerte de D. Alfonso de Alburquerque y su esposa. Enrique II de Trastámara la entregó a su hermano, a partir de aquí se producen una serie de trueques entre Villalba y otros villas y territorios hasta que en 1465 nuestra fortaleza pasa a poder de la influyente Inés de Guzmán, viuda del poderoso Alfonso de Vivero. De este modo se inicia uno de los periodos más turbulentos de la historia de la fortaleza de Villalba. 

En ese año, el conflicto acaecido en la plaza mayor de Ávila, donde un grupo de nobles despoja a un muñeco, émulo del monarca Enrique IV, de sus atributos reales y nombra rey, en su lugar, a su  hermano Alfonso, de apenas 12 años, (conflicto que se conoce como la "Farsa de Ávila") pondrá de manifiesto la posición estratégica de la plaza de Villalba en la pugna que mantienen los partidarios de Enrique y Alfonso por el control de Valladolid.

Sus protagonistas serían Dña. Inés de Guzmán, marquesa de Villalba, alineada en el bando del rey Enrique IV y D. Rodrigo Alonso Pimentel, Conde de Benavente, con Alfonso, hermano del rey. La marquesa de Villalba, aprovechando esta posición de privilegio y haciendo uso de sucios métodos, no hacía más que engrosar su arcas, mientras el Conde de Benavente, militaba en el bando rebelde. Pero en el año 1468 muere repentinamente el infante D. Alfonso. El Conde temeroso de perder sus posesiones se pone al servicio del rey Enrique IV, al tiempo que los Vivero se cambian de bando y deciden apoyar a la Infanta Isabel, como nueva aspirante al trono. Esto le da la oportunidad al Conde de Benavente de apoderarse de Villalba.

El 27 de Diciembre de 1468 Villalba fue tomada por sorpresa, "al alba", pero la fortaleza pudo resistir el asedio hasta el 24 de Abril de 1469, fecha en la que Dña. Inés de Guzmán la entregó. Fueron 118 días de cerco, hasta su rendición, parece que debido a la falta de víveres.

Tras su toma, se vuelve a poner de manifiesto el control estratégico que desde Villalba se puede ejercer sobre Valladolid, tal como se dice en la crónica de Enrique IV en 1470: "... el conde de Benavente....  trabajo de ocupar la noble villa de Valladolid.... como ya lo toviese a Portillo e a Villalba con las quales fortalezas era forçado tener sugeta aquella villa..." (Sánchez Parra, ed., 1991: 304).

Resultado es esta importancia estratégica fueron los esfuerzos que se tomó el Conde de Benavente por reparar y reforzar las defensas de la villa.

Dichas obras se realizaron entre 1472 y 1474 y fue su ejecutor el cantero Juan de Liérganes.

En 1475, durante un breve espacio de tiempo la fortaleza permanecerá en poder de las tropas portuguesas que apoyaba la Beltraneja en su lucha con Isabel la Católica. En alquel momento, el Conde de Benavente, con su proverbial olfato para prever el bando ganador, está al servicio de Isabel y Fernando. Es apresado por las tropas portuguesas en la batalla de Baltanás y tras estar preso dos meses en Peñafiel y en Zamora es liberado a cambio de dejar "... en rehenes a D. Luís su fijo, a las fortalezas de Mayorga e de Villalba e de Portillo proveídas por siete meses.." (Doctor de Toledo, 1984: 105).

Aunque no se sabe exactamente cuando  recupera Villalba, debemos suponer que a más tardar sería tras la aplastante victoria de los isabelinos sobre los portugueses en la batalla de Toro.

Vuelta la paz, la hija de Inés de Guzmán, María de Tovar, litigará por la posesión de Villalba hasta coseguir su devolución de manos del Consejo Real en 1500 (Cobos y Castro, 1998:  56).

En 1520, los señores de Villalba tomaron bajo su protección entre los muros de la fortaleza a la reina Doña Juana, con el féretro de su esposo, para salvaguardarla de los disturbios provocados por las Comunidades (Ortega Rubio, 1979:  86; Alonso Cortés, 1911-1912: 138).

En 1522, María de Tovar y su esposo vendieron Villalba del Alcor a su hijo Pedro Fernández de Velasco.

Ilustres invitados en la fortaleza fueron los Delfines de Francia entregados por su padre Francisco I como garantía del tratado de paz firmado con Carlos V tras la brillante victoria de las armas españolas en la batalla de Pavía. Sin embargo otras opiniones hablan de que solo sirvió " de residencia-prisión de parte del cortejo de los Delfines de Francia" (Cobos y Castro, 1998: 56).

Tras esta visita real la historia de la fortaleza de Villalba se va sumiendo en una anodina neblina de abandono y ruina progresiva.

Hasta finales del siglo XVI fué propiedad de los Condes de Osorno, pasando luego a propiedad de los Condes de Castilnovo que detentarán los derechos señoriales sobre la villa hasta su abolición en 1811 (Ortega Rubio, 1979: 86-87).

El 30 de Mayo de 1862 el conde de Castilnovo vende las ruínas del castillo y lo que queda de las murallas de la villa a Don Cipriano Rivas, Encargado del Despacho de la Secretaría de Cámara y de la Real Estampilla de Isabel II.

Del devenir del castillo en manos de la familia Rivas podemos destacar los siguientes acontecimientos:

En 1929, Dolores Rivas Cheriff, hija de los propietarios, casa con Manuel Azaña Díaz, futuro presidente de la República Española. Este matrimonio, fruto de la amistad de D. Manuel con la familia Rivas fue acompañado de varias visitas a la villa durante las cuales, ya destacado político, se alojó en las dependencias del castillo de Villalba.

El 3 de Julio de 1931, el castillo fue declarado Monumento Histórico Nacional. Dicha declaración no tendrá repercusión alguna en la protección y conservación de la fortaleza. Así, hacia 1960 se arruína la torre del homenaje.